lunes, 5 de enero de 2015

Un regalo de Reyes especial...

Recuerdo aquel lunes 5 de enero como si fuese hoy: me levanté con una sensación rara, tal vez porque aquel día el despertador sonó varias veces antes de que consiguiese abrir los ojos. Era algo extraño en mí, pues hacía meses que me despertaba siempre una hora antes de que sonase, pero ese día fue distinto, y además tuve un sueño muy raro, soñé que me encontraba un libro en el metro, un libro que en realidad había empezado a leer hacía tiempo, y que tenía abandonado en mi mesilla de noche...

Intenté olvidar rápidamente el sueño y levantarme, pues me esperaba un día repleto de quehaceres en la ciudad, mi ciudad favorita, pero que resultaba un poco estresante para días ajetreados como el de hoy. Moverse por Barcelona en coche en esas fechas no era fácil, así que después de una ducha rápida y mi desayuno, me decidí a coger el metro y empezar mi día de recados por Barcelona.



Primero me esperaba una sesión de entrenamiento personal con Ana, mi dura entrenadora canadiense, que siempre conseguía hacerme reir un rato con su "you can" (tu puedes), pero que me hacía tener la sensación de ir a sufrir un infarto con sus sesiones de "Tabata". Menos mal que después de unos estiramientos y una ducha volvía a ser yo, con mi primer reto del día superado.



Salí del gimnasio y me acerqué andando a Plaza Cataluña, en busca de algún regalo de Reyes para mi madre. Las calles estaban repletas de gente, todos con prisa, supongo que algunos en busca de regalos de última hora como yo, y otros porque en esta ciudad parece que es costumbre correr de un lado a otro todo el día...

Fui a unos grandes almacenes, empecé a dar vueltas en busca del regalo, pero no veía nada que me gustase para ella. Mi madre había pasado unos meses muy duros últimamente y quería que este regalo fuese especial, algo que la animase y le hiciese recordar que tenía muchas cosas buenas en su vida. Pero no conseguí encontrar nada que me inspirase, así que al final me decidí a comprarle un reloj antiguo, ya que a ella le gustan mucho las antigüedades, y continué con mi día de ajetreos por la ciudad. Había quedado para comer con una amiga en Rambla Cataluña, y decidí ir andando hasta el restaurante, hacía mucho frío, pero lucía el sol y era agradable andar por la ciudad.



Comí con mi amiga y tomamos un café, nos contamos cómo habían sido nuestras Navidades en familia, y empezamos a organizar la cena de mi cumpleaños, sería el 25 de enero, y vendrían mis mejores amigas. Los planes me animaron y me hicieron olvidar que no había encontrado ese regalo especial para mi madre.





Me despedí de mi amiga Mónica y continué mi tarde de compras. Tenía que coger el metro hasta mi barrio y luego ir al supermercado, pues aún me faltaban algunas cosas para la comida de Reyes que celebrábamos en mi casa. En el metro me senté al lado de un hombre de unos 50 años, me fijé en él porque me resultó atractivo, cosa rara en mí porque no me suelo fijar en hombres mayores que yo. Pensé que sería médico, por su traje, su maletín y ese aire diferente que suelen tener los médicos. Llegué a mi parada absorta en mis pensamientos, y me levanté de golpe al oir el nombre de la estación. De repente, el hombre atractivo me llamó: "señorita, ¡su bolso!"... Menos mal que me avisó, ¡casi me dejo el bolso en el metro con todas mis cosas!




Después de pasar por el supermercado, llegué a casa agotada, con esa sensación de cansancio que tienes después de un día entero dando vueltas por la ciudad. Recogí las cosas y fui a guardar mi bolso en el armario de la entrada. Entonces vi algo que sobresalía de él, ¡era un libro! Y yo no recordaba haber cogido ningún libro al salir de casa ese día... Pero lo mas extraño era que el libro era igual que el de mi sueño de la noche pasada, ese libro que tenía abandonado en mi mesilla de noche...

Corrí hasta mi habitación y vi que allí estaba mi libro, con el mismo título, "las gafas de la felicidad", y entonces lo comprendí, ese libro que apareció en mi bolso era el regalo especial que necesitaba para mi madre, el libro que le haría recordar que en la vida hay que ponerse siempre esas "gafas" de la felicidad, que nos hacen ver que, por muchas cosas malas que nos pasen en la vida, siempre habrá motivos para sonreír y ser felices.




Hasta aquí mi relato de hoy y mi deseo para esta noche de Reyes, que seáis lo más felices posible a pesar de todo lo malo... Un gran beso a todos.

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